Al inicio, los primeros cristianos celebraban lo que el Señor Jesús había realizado para la salvación de la humanidad: lo hacían todos los domingos en la «Pascua semanal», y, además, en la fiesta anual de la Pascua, que tenía lugar el domingo siguiente a la primera luna llena de primavera.
A partir del siglo IV, el calendario litúrgico empezó a cambiar para recoger también los momentos más importantes de la vida terrena de Jesús: el Viernes Santo para conmemorar su muerte, el Jueves Santo para la Última Cena, etc. Dentro de esta dinámica, el primer testimonio de la celebración del nacimiento de Jesús, la Navidad, data del año 336. Poco después se introducirá también la fiesta oriental de la Epifanía, el 6 de enero.
La fecha del 25 de diciembre estaba vinculada a la fiesta civil pagana de la «Natividad del sol invicto» (Natale Solis Invicti), que el emperador Aureliano introdujo en el año 274 en honor a la deidad siria del Sol de Emesa.
La solemnidad de la Navidad es la única celebración con cuatro Misas: la de la vigilia, la de la noche, la de la aurora y la del día, y los textos son los mismos para los tres años litúrgicos, con el fin de profundizar en el Acontecimiento que cambió el curso de la historia: Dios se hizo hombre.
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